Mosén Bruno Fierro fue un cura muy peculiar. Aunque nacido en Barbastro en 1808, fue en Saravillo donde ejerció casi todo su sacerdocio y ahí murió en 1890. Persona ocurrente y sin pelos en la lengua, su vida está plagada de anécdotas que, dada su condición de clérigo, adquieren especiales matices.
Cuentan que ya en el momento de ordenarse sacerdote, después de haber dado que hablar por sus desvaríos de estudiante, el obispo se dirigió a él diciéndole: “Casi me pena, Bruno, haberte ordenado”. A lo que él contestó: “¡Y lo que te penará, ilustrísima, lo que te penará!”
Personas del pueblo que le conocieron decían que era un santo porque exconjuraba las tormentas con un santo cristo que levantaba en sus manos, con ellos conseguía que en vez de descargar sobre Saravillo lo hiciera sobre Plan, el pueblo vecino.
Sus episodios y el eco que de ellos hizo la población fue tal que pronto pasó a ser un personaje famoso cuyas peripecias estaban en boca de todos.
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